En neurorrehabilitación el debate es bastante frecuente: ¿dejamos que los pacientes compensen y ejecuten las actividades de cualquier forma o vigilamos cual rígidos guardianes el patrón de movimiento óptimo?
Pues en este debate, como en la vida, prima el sentido común que normalmente lleva implícita la especificidad, la flexibilidad y la búsqueda del término medio:
Especificidad, por ejemplo, en función de la patología con la que estemos trabajando. No es lo mismo un ACV leve de pocas semanas de evolución que una enfermedad degenerativa como el Parkinson en una fase avanzada.
Flexibilidad en cuanto a que, partiendo de unos objetivos, que presumiblemente se pueden satisfacer, podemos y debemos modificarlos a la alta o a la baja, adaptarlos en función de la respuesta al tratamiento y de los acontecimientos que vayan surgiendo (por ejemplo, un aumento de motivación a causa del nacimiento de un nieto, un nuevo brote en caso de esclerosis múltiple, la aparición de otra enfermedad médica, los efectos primarios o secundarios de un nuevo fármaco que haya empezado a tomar…)
Y por último, la búsqueda del término medio, que es necesaria para huir de los peligrosos extremos:
- Del “todo vale” en pro de la funcionalidad que priva al paciente de adquirir un abanico mayor de posibilidades de movimiento que le brinde más libertad y armonía a la hora de relacionarse con el entorno.
- Y del “prohibido cualquier movimiento que no esté dentro de la normalidad” en pro de una recuperación completa y regreso al estatus anterior a la lesión que suele ser poco realista y llevar al paciente a la frustración.
En las fases iniciales de esclerosis múltiple, trabajo con los pacientes mucho para fortalecer la musculatura transversa abdominal y multífidos para dar estabilidad al tronco, y les insisto en no utilizar los brazos ni el cuello cuando realizamos este trabajo. Pero en fases más avanzadas, cuando la única forma que tiene un paciente de poder desplazar mínimamente su tronco es utilizando los brazos, suboccipitales, los elevadores de las cejas (y hasta las pestañas, diría yo), bendita compensación que le permite cambiar un poco de postura cuando está incómodo. Claro que después habrá que tratar las complicaciones de estas compensaciones, como las contracturas del cuello, pero cuando no podemos ofrecer al paciente otra forma de hacer lo que el cuerpo le pide, mejor que le ayudemos a llevarlo a cabo lo mejor posible.
Tengo una amiga que se pide para desayunar cruasán con mantequilla y mermelada y café con leche desnatada y sacarina. Y cuando alguien le pregunta que por qué hace eso, ella siempre dice que es para compensar. Todos compensamos de una u otro forma.
¿Tú como compensas? ¿Y cómo gestionas la compensación en tu trabajo en neurorrehabilitación? Cuéntanos tu experiencia…
Autora del artículo: Beatriz Tierno Tierno. Fisioterapeuta y Terapeuta Ocupacional.
E-mail: beatriztiernotierno@gmail.com
Fuente imagen (vídeo procedente de youtube, Técnica DNHS): https://www.youtube.com/watch?v=6WoOVn2rcHM#t=21